Beatriz Flores Silva – entrevista

Nov 29, 2001

En la puta vida, ganó el máximo galardón del Festival de Cine de Huelva. Recién llegada de España, donde el sábado 24 recibió el máximo galardón del XXVII Festival Iberoamericano de Cine de Huelva, el prestigioso Colón de Oro a la Mejor Película por “En la puta vida”, la cineasta Beatriz Flores Silva no sale de su alborozo. “Nunca me imaginé que me iba a llevar el premio mayor”, dijo a Búsqueda, convencida de que un premio así le abrirá puertas no sólo a ella sino a todo el cine nacional.
Luego de batir récords de taquilla en Uruguay, la trágica historia sobre una joven prostituta uruguaya que viaja a Europa a cumplir sus sueños y cae en una red de trata de blancas, basado en casos reales denunciados a principios de los ’90 por la periodista María Urruzola, acaba de ser seleccionada para competir por una nominación al Oscar y recibió hace poco el Premio Especial del Jurado del Festival de Trieste.

—¿Por qué cree que su película ganó?
—Desde mi punto de vista, en este momento hay dos vertientes de cine latinoamericano. Una, que tiene que ver con la denuncia, que muestra la corrupción y la injusticia. Y otra, que trata de usar la imaginación y el humor, que también existe en América Latina. Esto no quiere decir que entre las primeras no haya películas buenas, porque las hay y buenísimas, aunque sean un bajón. Mi película es un poco particular porque tiene un poco de las dos cosas y creo que eso fue lo que interesó. Interesó que estaba contada en un tono original, de humor que proviene de la ternura, y que al mismo tiempo denuncia una situación terrible. La película busca que el espectador sienta muchas cosas en el momento de verla pero sobre todo, que reflexione después. La gente se sintió también identificada porque muestra un problema de chicas de clase media y no de mujeres que tienen detrás cinco generaciones de prostitutas y toca el tema del desempleo y la inmigración, dos asuntos muy actuales en Europa.
—¿El Colón de Oro le da más confianza para lograr una de las cinco nominaciones al Oscar a la Mejor Película en habla no inglesa?
—Muchísima. Primero que nada, habría que destacar que Uruguay, a través del Ministerio de Cultura, hizo el trámite como país para enviar películas al Oscar, cosa que antes no existía. La expectativa máxima que tengo es que logremos llegar a ser nominados, pero si quedamos afuera no me parece grave porque siento que se dio un primer paso muy importante enviándola. Una de las satisfacciones que tuve en Huelva fue recibir un mail de Manuel Martínez Carril, de Cinemateca Uruguaya, con quien estuve distanciada, felicitándome y diciéndome que finalmente se puede decir que existe un cine nacional.
—¿Por qué se dijo que el fallo de Huelva había sido polémico?
—Aparentemente, por lo que pude averiguar, fue porque la masa argentina apostaba a que el premio sería para la película de Subiela, “El lado oscuro del corazón II”. Pero había dos mujeres en el jurado y, bueno, no sé, parece que gustó más mi película. Estaba en Madrid y cuando me enteré de que había ganado me tomé el tren y llegué para recibir el premio. Me gané también otro premio muy interesante, el Premio Especial a la Mejor Película otorgado por primera vez por los presos del Centro Penitenciario de Huelva. Fue muy cómico que los presos votaran lo mismo que el Jurado. Me vine muy feliz por las dos cosas.
—Además de la estatuilla, el Colón de Oro está dotado de cinco millones de pesetas (unos 30 mil dólares). ¿Qué piensa hacer con el dinero?
—Sólo un millón es para el realizador, el resto es para los productores y para un distribuidor español. Que la película haya recibido el Colón de Oro y sea además el envío nacional al Oscar favorece la distribución. Ahora vamos a estrenar en Argentina a principios del 2002 y en Bélgica en febrero. Alemania compró los derechos para venderla en exclusividad a todos los territorios no coproductores. Con todo esto espero que sea distribuida en EE.UU., porque el problema es que, para que la película sea nominada al Oscar, hay que hacer un poco de lobby para que les interese a los jurados, que si no ven todas las películas presentadas no pueden votar. Hay que gastar plata en publicidad.
—¿Tiene algún proyecto en marcha?
—Sí. Hay una productora francesa que quiere contar una historia que sucedió entre Argentina y Francia, escrita por una guionista sueca, y que se refiere a hechos ocurridos durante la dictadura argentina. Estaban buscando un director rioplatense y me lo plantearon. Además, los coproductores belgas y españoles de “En la puta vida” están interesados en este proyecto. Están tentándome para que la parte argentina de la historia sea realizada en Uruguay, porque la mayoría de las cosas suceden en dos casas de familia. Todavía no tomé la decisión porque producir, además de dirigir, es muy agotador. Estuve en Francia haciendo el casting para el rol principal; el protagónico es un chico de 21 años. El premio de Huelva significó de golpe tener cinco propuestas, que pueden quedar en la nada o no, pero no me pasaba algo así antes. Para mí todo suma: el éxito de “25 watts” lo vivo como si fuera mío. Esto tiene que ver con un esfuerzo colectivo de mucho tiempo.
—“En la puta vida” tuvo un presupuesto de U$S 1.500.000, entre efectivo, créditos y aportes no monetarios. ¿Se recuperó la inversión?
—No. En Uruguay debemos de haber recaudado U$S 175 mil en taquilla, pero teníamos gastos que pagar. En el mercado uruguayo ninguna película puede recuperar el costo de su inversión, salvo que haya sido hecha con muy poco dinero y con el esfuerzo inhumano de mucha gente. En todo país del mundo una película de bajo presupuesto cuesta U$S 1 millón, quien diga que es menos es mentira. Basta ver lo que cuesta alojar y darle de comer a todo un reparto. Necesitamos forzosamente los mecanismos de coproducción, pero para eso tenemos que salir dignamente a buscarla con algunos fondos. La cinematografía independiente es subsidiada por los Estados —aunque con mecanismos de devolución si a la película le va bien— por una simple razón: hay una competencia muy desleal con el producto norteamericano, del que hay muy bueno y hay pésimo. Basta ver que cada 200-300 películas que se fabrican en Iberoamérica por año, sólo 10 salen de su país de origen.
A.D.